Mi amada hermana Francis Herrera Benzán
Te amo mi bella hermana; eres un verdadero ángel. Regresé de donde nuestra abnegada madre hace algo más de dos horas. La encontré por los lados del fregadero auditando ajuares de la casa y dictaminando sobre los muchos que ha perdido, haciendo galas de su interés por las cosas materiales, que ha invadido el estado de su bendita vetutez de niña adulta; pues nuestra madre ha sido una santa, diseminando consuetudinariamente su amor incondicional y compartiendo el pan de cada día con todos los seres humanos que sondearon y sondean el horizonte de su sacrosanta existencia. La noté realmente sofocada y me asaltó un extraño sentimiento de tristeza inusitada.
La estreché entre mis brazos y con un beso henchido de amor sublime me la llevé caminando hacia los árboles del extenso patio de la casa. El frescor de los verdes árboles que sondean el patio era enorme, parecía que un pedazo del paraíso divino había caído sobre nuestra estancia; entonces sonrió con esa ternura angelical que sólo una madre es susceptible de cristalizar, y la alegría se adueñó de mi alma entera y de mi corazón emocionado, construyendo la colusión de un contraste solemne; pues el perfil de mi madre se tornó viviente, matizando con una candorosa tierna sonrisa un estado anímico de aliciente inefable.
Su rostro al principio sofocado, ahora se tornó alegre y libre, perfilando la imagen de una intensa constelación de estrellas luminosas alumbrando rutilantes el remanso del más ancho cielo. La sentí feliz y me hizo sentir así. Que Dios Todopoderoso y misericordioso proteja por siempre la existencia de nuestro ángel y la deje físicamente a nuestro lado por varios años más, es nuestro más solemne y ferviente ruego al Omnipotente. Un beso fuerte mi querida hermana. Abrazos a Dianna. Te amo....
La estreché entre mis brazos y con un beso henchido de amor sublime me la llevé caminando hacia los árboles del extenso patio de la casa. El frescor de los verdes árboles que sondean el patio era enorme, parecía que un pedazo del paraíso divino había caído sobre nuestra estancia; entonces sonrió con esa ternura angelical que sólo una madre es susceptible de cristalizar, y la alegría se adueñó de mi alma entera y de mi corazón emocionado, construyendo la colusión de un contraste solemne; pues el perfil de mi madre se tornó viviente, matizando con una candorosa tierna sonrisa un estado anímico de aliciente inefable.
Su rostro al principio sofocado, ahora se tornó alegre y libre, perfilando la imagen de una intensa constelación de estrellas luminosas alumbrando rutilantes el remanso del más ancho cielo. La sentí feliz y me hizo sentir así. Que Dios Todopoderoso y misericordioso proteja por siempre la existencia de nuestro ángel y la deje físicamente a nuestro lado por varios años más, es nuestro más solemne y ferviente ruego al Omnipotente. Un beso fuerte mi querida hermana. Abrazos a Dianna. Te amo....
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